Un
hombre
llama al
médico
de
cabecera
de la
familia.
-Ricardo,
soy yo,
Julián.
-¡Ah,
hola! ¿Qué
te
cuentas,
Julián?
-Pues
mira, te
llamo
porque
estoy
preocupado
por María.
-Pero,
¿qué
le pasa?
-Se está
quedando
sorda.
-¿Cómo
que se
está
quedando
sorda?
-Sí, de
verdad.
Necesito
que
vengas a
verla.
-Bueno,
la
sordera
en
general
no es
una cosa
repentina
ni
aguda,
así que
el lunes
tráemela
a la
consulta
y la
miraré.
-Pero,
¿tú
crees
que
podemos
esperar
hasta el
lunes?
-¿Cómo
te has
dado
cuenta
de que
no oye?
-Pues...
porque
la llamo
y no
contesta.
-Mira,
puede
ser
cualquier
tontería,
como un
tapón
en el oído.
A ver,
vamos a
hacer
una
cosa:
vamos a
detectar
el nivel
de
sordera
de María.
¿Dónde
estás tú?
-En el
dormitorio.
-Y ella,
¿dónde
está?
-En la
cocina.
-De
acuerdo.
Llámala
desde ahí.
-¡Maríaaaaaaaa...!
No, no
me oye.
-Bueno.
Acércate
a la
puerta
del
dormitorio
y grítale
desde el
pasillo.
-¡Maríaaaaaaaa...!
No, ni
caso.
-Espera,
no te
desesperes.
Ve a
buscar
el teléfono
inalámbrico
y acércate
a ella
por el
pasillo
llamándola
para ver
cuándo
te oye.
-¡Maríaaaaaaa...!
¡Maríaaaaaaaaaaa...!
¡Maríaaaaaaaaaaa...!
No hay
manera.
Estoy
delante
de la
puerta
de la
cocina y
la veo.
Está de
espaldas
lavando
los
platos,
pero no
me oye.
¡Maríaaaaaaaaaa...!
No hay
manera.
-Acércate
más.
El
hombre
entra en
la
cocina,
se
acerca a
María,
le pone
una mano
en el
hombro y
le grita
en la
oreja:
«¡Maríaaaaaaaaaaaa...!»
La
esposa,
furiosa,
se da la
vuelta y
le dice:
-¿Qué
quieres?
¡¿Qué
quieres,
qué
quieres,
qué quiereeeeeeees...?!Ya
me has
llamado
como
diez
veces y
diez
veces te
he
contestado
«qué
quieres».
Cada día
estás más
sordo,
no sé
por qué
no vas
al médico
de una
vez...
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